martes, octubre 27, 2009

NUESTRAS ÚLTIMAS HORAS EN CERDEÑA.



La rampa de la discordia.



Llegada a Barcelona.



En el restaurante.



Todos detrás de la línea mientras esperábamos el ferry.



Muertecitos de sueño.




El punto donde nos perdimos.



Buscando la ubicación de la Necrópolis en un mapa.




¿Extraterrestres?.


Una imagen de los preciosos atardeceres.


Dejamos Alguero con la intención de ir a visitar la Necrópolis, y en esas estábamos cuando me pareció ver dos veces la misma casa, dos veces el mismo letrero, dos veces el mismo árbol...y de repente, Ardorín que pone el intermitente y se mete enmedio de una isleta. Lo pensé al instante: "¡El gps!". Estaba en lo cierto, de nuevo el fabuloso gps me dió la razón. Os recuerdo que el gps de Ardorín tiene lapsus en los que nos informa de que circulamos por un camino de tierra cuando en realidad vamos por la autopista y, en este caso, nos pasea por Cerdeña al libre albedrío sin encontrar el acceso a la Necrópolis. Me gusta que sucedan estas cosas porque hace que los que andan "encorsetados" se "desencorseten".

Allí estábamos, tirados como colillas enmedio de un cruce de carreteras y recurriendo a los planos de toda la vida. Se intentó, pero al final no pudo ser y decidimos regresar a Porto Torres, así que esto queda pendiente si algún día volvemos.

Llegamos a casa, ducha, cena, charreta y a dormir un par de horas en el sofá. A las tres y media arriba, a las cuatro y media camino del puerto para embarcar a las seis. Llovía a cántaros, y allí estábamos todos esperando la llegada del barco y refugiándonos donde buenamente podíamos.

Por culpa de la rampa de la discordia, esa que nuestros maridos respectivos son incapaces de subir con la moto si nos llevan a cuestas, Ardorina y yo subimos por el acceso peatonal y nos encontramos con tres amabilísimos señores en la recepción del ferry que nos pedían el billete para entrar, billete que se quedó un revisor que controlaba el acceso en la entrada del puerto. Ardorina estaba alterada, convencida de que se quedaba en tierra, mientras a mí me dió la risa tonta cuando les explicábamos porqué no habíamos subido encima de la moto con nuestros respectivos esposos. Finalmente, enseñándoles las fotos que llevábamos en la cámara, uno de ellos se fue en busca y captura de los susodichos, y regresó con Ardorin, así que respiramos aliviadas porque al menos sabíamos que en Cerdeña no nos íbamos a quedar.

Fuimos directos al camarote. Dormimos largo y tendido. Despertamos para ir directitos a comer, y después, de regalo por ser buenas, las dos mendas decidimos disfrutar del spa y de un masajito, porque nosotras lo valemos. Terminamos forzosamente con una ducha fría, que el agua caliente parecía no existir, ¿verdad Ardorina?.

Tras el relajamiento total, llegamos a Barcelona y hasta aquí puedo contar.

Lo mejor de Cerdeña, para mí, los pinos que llegan al mar.

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